ARENA


Comenzó la XX Bienal de Flamenco de Sevilla y su espectáculo inaugural más importante fue Arena de Israel Galván. A diferencia de su estreno hace 14 años atrás Arena se representó sobre la propia arena de la Real Plaza de la Maestranza de Sevilla. El público ocupó casi el 70 por ciento de la plaza y en el sector especial artistas de los más destacados del ambiente flamenco, bailaoras, cantaores, escritores y periodistas se dieron cita en esta apertura.
Israel Galván, la pregunta constante.
Un bailaor, un ruedo, un sonido y la idea de todos los conceptos a priori que carga el espectador. Israel obliga a preguntarse constantemente como borrar una estética dominante para entender esto que sucede allí, en su aquí y ahora, sin prejuicios, donde sucede la acción y la danza.
Arena obliga a la reflexión, el lugar se presenta como un circo romano en donde el artista es echado a los leones, pero esta vez los leones están sentados en la tribuna. Dice el programa: El público es la muerte, como disparador y como sentencia, pero no es el artistas que determina quien lo ve, es el público el que se entrega a una experiencia diferente quizás con la única duda de llegar al final de la función, quizás con la obligación de permitirse la experiencia.
La narrativa parte de seis toros que mataron a 6 toreros famosos en distintas épocas, aquí Galván instala una pregunta y a la vez una fuerte crítica sobre las corridas de toros. El espacio va siendo apropiado en cada acto y los músicos invitados van completando cada una de las corridas, al igual que en una lidia verdadera cada toro tiene su momento y su remate, pero al final ¿quién gana?
¿Quién es el toro?
En el cuadro dos que se llama Granaino, el toro que mató a Ignacio Sánchez Mejía, aparece una mecedora de metal. Este torero y escritor había escrito un texto llamado el loco de la mecedora, de allí Galván toma la idea de representar al torero como la mecedora de metal con la cual juega el toro, lo gira, se sube sobre él, le da vueltas las veces que sea necesario y termina rematándolo. Solo es un bailarín con una mecedora en medio del ruedo, pero es una muy sutil metáfora sobre el tema.
Entre cada pase el cantaor Kiki Morente, homenajeando a su Padre y a la vez interviniendo en la obra hace su participación desde la platea, el que ha matado a su sombra, solo su luz queda… dice el cante.
El tercero de los toros Pocapena, cambia radicalmente el sentido estético de la obra y se conecta con lo que el público quiere ver. Baila sobre unas tablas, unas alegrías, mientras que un grupo de cuatro percusionistas dan una palma firme como si fueran una claqueta. Israel explora formas con su cuerpo muy contemporáneo pero sus pies resumen e flamenco que ha mamado de pequeño, sabiendo muy bien lo que hace. La gente respira y jalea y deja en claro que por más que permitan las vanguardias en el flamenco, los flamencos siempre quieren ver lo mismo.
Burlaero, el cuarto toro va sobre ritmo de bulerías y parafraseando al nombre, el bailaor zapatea sobre el burlaero de costado en la plaza. Utiliza muchos recursos sonoros y pisos en diferentes partes del ruedo, no se instala en un solo lugar, hace las veces del toro que recorre sin sentido la arena para buscar a su matador. El cantaor Jesús Mendez, sale vestido de rojo, como si él mismo fuera la muleta que cerrará la faena mientras canta por bulerías.
Cuando pastora levanta los brazos, recita-canta el Niño de Elche mientras rompe la linealidad del verso para recrear un colchón sonoro, que luego, será modulado por un piano de cola que entra a escena y el sonido de los pies del bailaor.
Un asistente con una regadera marca un circulo de sangre en el centro de la Arena y es algo que no se podrá borrar. La gente en la platea no sabe que pensar, se sienten incómodos, hay murmullos, no terminan de entender que tiene que ver esto con el flamenco y sin embargo remata la obra y en la última corrida la orquesta -que suele dar la entrada a los toreros y sus cuadrillas-, bajan al ruedo para celebrar, la fiesta de los toros termina y se conecta con la música de la feria, con cierto humor incluso como si todo lo anterior no hubiera pasado. Los cantaores y percusionistas saludan y gira todo el grupo por el ruedo recibiendo el aplauso enardecido de la gente y los pañuelos blancos agitados como en una corrida. Quizás era el momento de cortar una oreja, según el código taurino, pero también era el momento para pensar todo lo anterior quedó atrás.
Israel Galván un gran intérprete, una estética difícil de encasillar, y un genio creativo que tiene el apoyo y el sello de Pedro G. Romero su codirector. Un intérprete varias veces premiado, una puesta en escena impresionante y una pregunta constante, qué espera la gente del artista y qué tiene el artista para contar, lleva razón esa frase que dice El público es la muerte… Pero Galván es el toro y esta vez le toco ganar.

Gabriel Vaudagna / Sevilla, Bienal 2018
foto: Gabrieldanza

FICHA ARTÍSTICA
Baile: Israel Galván
Dirección artística: Israel Galván, Pedro G. Romero
Cante: David Lagos, Jesús Méndez, Kiki Morente, Niño de Elche
Guitarra: Alfredo Lagos
Percusión: Antonio Moreno
Cuarteto de Percusión: Agustín Jiménez, Darío Vallecillo, Eugenio García, Gilles Midoux
Saxofón y gaita del Gastor: Juan M. Jiménez
Piano: Sylvie Courvoisier
Banda: Charanga Los Sones
7 set. / Plaza de Toros La Maestranza.

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