LEONOR LEAL



Nocturno

El escenario está abierto, inmenso, sin telones, ni patas, solo la negritud del espacio. Hay unos pocos objetos esparcidos sobre el piso, al fondo una mesa con algunas cosas que “suenan”. AL costado un set de percusión que incluye una gran palangana de metal, hacia el otro lado dos sillas, un micrófono y un pequeño monitor.

El espacio está vacío, la propuesta invita al espectador a vaciar su mirada. En el programa de mano dice: “antes de dormir cierro los ojos para verme bailar. Imagino mis movimientos cantando en el espacio que ocupo…” “el ritmo me guía hacia el sueño de una noche llena de vida…”

Vuelvo los ojos a la escena, la intérprete, Leonor Lea, está sentada en una de las sillas del fondo leyendo… haciendo una acción cotidiana, mientras el público toma su ubicación. Ella junta los objetos que alguien dejó, los coloca sobre la mesa del fondo, aparece un guitarrista -Alfredo Lagos, excelente- y se sienta en la silla del fondo, aparece un percusionista -Antonio Moreno, maravilloso- con una tabla de lavar ropa colgando en el pecho y un plato de batería…

Hay líneas dibujadas en el suelo y una línea que se va componiendo sobre el fondo a media altura. Hay voces y ella las calla con su zapateo.

Imagino entonces la noche, ella tratando de conciliar el sueño y los sonidos que la asaltan, la sobresaltan. La imagen se potencia, entonces ella baila. Este baile no lleva una linealidad de un palo determino del flamenco, son sonidos y pies. Hay bases rítmicas, hay un garrotín figura en el programa, aunque, por momentos me recordaba a una farruca, hay algo de martinete o seguiriya y algunos pasos aparecían gestos de Antonio el bailarín.

Hay sonidos desenfrenados por tangos y su baile adquiere otras dimensiones. La danza siempre está ligada a un sonido. Hay un momento de discusión entre el percusionista y ella, es un momento bello y de una calidad sonora muy mágica, por momentos pare que ella pelea contras los fantasmas de su propia música, pero ese desdoblamiento lo ocupa el percusionistas y sobre la mesa tocan, suenan, discuten, acuerdan mientras que se proyectan líneas en la pared del fondo. Mientras esto sucede el guitarrista se gira y mira hacia el fondo… Ella le quita la mesa, él sigue tocando, es un momento de mucho humor. La música de su cabeza, los sonidos, de una noche cualquiera de una bailarina, las ideas como borrador y los restos de danza que aparecen conforman la obra. “aunque es de noche”, dice ella mirando a público… “bien de noche” y remata con movimientos, con sonidos de pies y con una guitarra que introduce melodías diversas.

Ahora el percusionista hace sonido con su boca, quizás parodiando a los bailarines de flamenco que en clases de baile o al montar una secuencia lo dicen todo por fonética: tico, tico, pam, Pam, pam truatacataca… y le grita esos sonidos y el guitarrista también lo hace y ella los mira, como si hartos de sus tico, tico, pam, pam, truatacataca … ellos le devuelven su propio sonido de la manera en que ella los traduce. Es un momento de humor y de ironía, luego ella toma una botella que antes hizo sonar y se va a la mesa y canta una nana para acunar el sonido y conciliar el sueño.

Nocturno, el mundo interno o mejor dicho el sonido interno de una bailaora, en la cual hay también otras representadas…

¿Puede el flamenco establecer vínculos, contar historias, hablar de cosas y logar emancipar al intérprete de su yo? ¿Puede el flamenco emanciparse del cante para hacer uso de su lenguaje sonoro?

Aquí Leonor Leal compone una obra cargada de flamenco, con identidad propia, pero lejos de los ciertos patrones. Habrá que pensar, siguiendo el modelo de pensamiento de Jacques Ranciere ¿puede el espectador emanciparse de sus propias ideas?

Gabriel Vaudagna / Sevilla Bienal 2018
Foto: Oscar Romero prensa Bienal.

FICHA TÉCNICA
Dirección, coreografía y baile: Leonor Leal
Guitarra: Alfredo Lagos
Percusión: Antonio Moreno
Colaboración en la dirección: María Muñoz (Mal Pelo)
Espacio sonoro y colaboración en la creación: Jean Geoffroy
Acompañamiento artístico: Natalia Jiménez

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